Atropellado y con la cola entre las patas

La siguiente es la crónica del atropellamiento del ciclista @Lolobatata, en palabras de el mismo. Hagamos conocido este relato para comenzar a hacer presión al gobierno y evitar que este tipo de atropellos sigan sucediendo:

Sábado 13 de agosto de 2011, alrededor de las 15:30 pm. Circulaba en mi bicicleta sobre Avenida Cuauhtémoc, en el carril de extrema derecha.
Justo en el cruce con la calle Cerrada de Juárez (colonia Santa Cruz de Atoyac, Delegación Benito Juárez) la patrulla de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal, placas P38-16, conducida por Felipe Barrera Serrano, de 74 años, que circulaba en el penúltimo carril de la Avenida Cuauhtémoc, giró súbitamente hacia la derecha y me impactó. La patrulla no tenía la torreta activada ni prendidas las luces direccionales para anunciar su vuelta. Es más: en donde debiera estar el vidrio correspondiente al asiento del copiloto, estaba colocado un plástico que, cuando menos, dificultaba al patrullero mirar su espejo retrovisor, mismo que nunca vio antes de girar hacia la calle antes mentada.

Era sólo el comienzo de una jornada plagada de mentiras, omisiones, abusos y un cinismo multiplicado que lastiman más que las heridas y golpes sufridos a raíz del impacto que me propinó la patrulla y la posterior caída de mi bicicleta.


En los cinco segundos de sinceridad que se permitió el patrullero, me pidió disculpas y se comprometió a hacerse responsable del hecho y sus secuelas. Si es que su vista todavía se lo permite, Barrera Serrano fue responsable y testigo con un ángulo privilegiado para ver el madrazo que me regaló. Algo similar pudo ver el tripulante de otra patrulla del mismo sector (Portales) que circulaba tras su colega y tras de mí. Calculo que quedé tirado tras rodar lastimosamente durante unos segundos a unos 10 metros de la patrulla; mi bici llegó más lejos: a unos 10 metros delante de mí. Mis gafas, por suerte, quedaron al alcance de mi mano.

Como pude me incorporé. El dolor en los testículos y la falta de aire me impedían responder a un amable ciudadano venezolano, Rodrigo, que me preguntaba cómo estaba. Los güevos, los güevos, le dije. Sonrió y enseguida fue a levantar mi bici, una Cannondale Bad Boy Ultra, 2007, con un costo en el año que la compré de 1299 dólares, sin tener en cuenta los impuestos y el costo de otros aditamentos que portaba al momento del accidente.

Al hacer el recuento de los daños, físicos y materiales, terminé de darme cuenta de la gravedad del golpe. Lesiones en los dedos de mi pie, heridas en la rodilla, codo y dedo anular, todos del costado izquierdo. Golpes en la espalda, cabeza y moretes en las dos piernas. Sospecho que de no ser por el casco que llevaba puesto no habría podido contar lo que ahora les comparto.
Llegaron y se fueron varias patrullas y policías. Uno de ellos me dijo que ya habían notificado al seguro y de un momento a otro llegaría una ambulancia para llevarme a un hospital. Calculo que 30 o 40 minutos tardó en llegar una ambulancia de protección civil de la Delegación Benito Juárez. Una paramédico atendió mis heridas y me despachó solícitamente en no más de 15 minutos. Su compañero, además de un par de chistoretes fallidos, se ocupó de charlar con el patrullero responsable de los hechos. Firmé el papel que acreditaba sus servicios y se fueron.

Llamé a un amigo ciclista, Oliver, y a mis familiares para informarles lo sucedido y para pedirles ayuda. Los policías no parecían demasiado preocupados por mí, sino más bien, por su compañero.
Sin que nadie se lo preguntara –o quizá sí– Barrera Serrano aseguraba reiteradamente que los raspones y abolladuras que la patrulla P38-16 tiene justamente en el costado derecho “ya las tenía”, que ocurrieron en un “incidente con un conductor particular” en días pasados.
Dos horas después de ocurrido el hecho, por fin y ante la presión de mis familiares, los policías se dignaron a llamar al seguro, a saber AXA. 

Ninguna ambulancia para llevarme a un hospital aparecía por ningún lado. El ajustador de AXA platicó con su “asegurado” y con un personaje que nunca me dio su nombre y que llegó en una bicicleta de la SSP-DF (no portaba casco ni uniforme). El ajustador tuvo al fin a bien encararme.  Dijo que su cliente no reconocía responsabilidad alguna en mi atropellamiento y que de ninguna manera me daría un pase médico para atenderme; que los daños en bicicleta habían sido causados por una caída ordinaria. Es más, según el testimonio de Felipe Barrera Serrano, yo había perdido el control de mi bicicleta al estrellarme contra una banqueta y le había causado daños a la patrulla por lo que me recomendaba que cada quien se fuera con su madrazo y listo.

A esas alturas del partido el presunto culpable era yo. En el mismo tenor, a lo largo de la tarde, noche, madrugada e incluso en la mañana del día siguiente, varios uniformados me recordaron que, en caso de ser encontrado responsable de lo ocurrido (yo, claro está), tendría que responder no sólo por los daños causados a la desprotegida patrulla, sino por estar ésta fuera de circulación.

Mi amigo Oliver tuvo a bien dar a conocer los hechos por Twitter. También enteró a un amigo reportero de lo ocurrido. La “presión” ejercida, al parecer, rindió frutos. Nos dirigimos a la estación de policía (la octava), ubicada en Avenida Cuauhtémoc y Obrero Mundial. Antes, al teléfono celular de Oliver llegó una llamada de una mujer que trabaja en comunicación social de la SSP-DF (lamento no recordar su nombre) para decirme que me auxiliarían a la brevedad. Habían transcurrido más de cuatro horas del accidente.
Tras minutos de espera el médico legista Dr. Fernando Octavio Flores Flores me hizo una somera revisión y dictaminó que me llevaran al Hospital de Xoco para hacerme unas placas.
Ahí empezó la segunda parte de mi pesadilla.
En Xoco me negaron el servicio. No hay rayos X, dijo el hombre sin mirarme a mí ni al oficial que me acompañaba. Después me enteraría que sí había servicio de rayos, pero que por tratarse de “un caso del MP”, me mandaron a la chingada.

Mi malestar, dolores y demás, bien gracias.

Volvimos a la Octava. De ahí emprendí el viaje, otra vez, en el asiento trasero de otra patrulla, previa escala en Eje Central para abordar otra, hacia el hospital Rubén Leñero.
Allí tampoco había rayos X, así que tomamos camino al hospital de La Villa. Habían transcurrido ocho horas. Tras esperar un par más me tomaron las placas. Al volver a la estación de policía fui llevado al juzgado cívico ubicado en las instalaciones de la Delegación Benito Juárez.

Molesta quizá por distraerla cuando veía en su televisión la película Huevos de oro, de Bigas Luna, que transmitía canal 11, la jueza me preguntó por lo ocurrido y luego hizo lo propio con el patrullero.
Me informó que tendría que esperar a que llegara el perito ¿ajustador? o ¿valuador? para determinar quién era el responsable de mi accidente. La inerme patrulla sería llevada al corralón y yo debía esperar. Rendí mi declaración por escrito entretanto. Calculo que era la una de la mañana del domingo 14. El perito ajustador (o lo que sea) llegó a las 8 de la mañana. Mis heridas, raspones, golpes y otros etcéteras, bien gracias. Ni un analgésico o vaso con agua, nada. 

El perito, Miguel Ángel Velázquez Martínez, llegó, tomó fotos de mi bicicleta y me preguntó en cuánto valuaba los daños de mi bici. De nada sirvió la explicación que le di. 

Cuatro horas después supe que, además de que el patrullero había tenido la culpa y responsabilidad del hecho y que los daños de la patrulla ascendían a mil 100 pesos y que habían sido secuela del golpe que el oficial Felipe Barrera Serrano tuvo a bien darme, con 3 mil 200 pesos yo podré arreglar mi bicicleta. Mi bicla me la trajeron de EEUU y con eso me ahorré una buena cantidad de dinero. Su precio en México aumenta considerablemente, pero eso al señor perito no le importó.

Mi opción era no aceptar el avalúo y demandar mediante la vía civil. Situación que significa pagarle a un abogado, esperar, esperar y esperar. Mientras tanto,  yo tendría que pagar los arreglos –si los tiene– de mi bicicleta y encomendarme a que nada raro pasara. Pero pasa que ahora no tengo trabajo y no tengo un clavo para hacer frente una “estrategia legal” de tal tipo. Por eso, y quizá por pendejo, no tuve otra que aceptar los 3 mil 200 pesos y joderme.
El policía que me arrolló pudo haberse quedado unos días encerrado pues se desentendió de mis daños físicos. Me negué a que eso ocurriera a pesar de su falta de hombría. Ni él va a mejorar en nada lo que hasta ahora ha sido y a mí la venganza me parece un remedio envilecedor tanto de quien la practica como de quien la padece.

Porque justicia es otra cosa. Justicia hubiese sido, entre otras cosas, que el patrullero y su corporación hubiesen actuado, reconocido y pagado como corresponde. Nada más.
Quiero pensar que nadie, menos un policía del DF, maneja por las calles de la ciudad en busca de un ciclista para plancharlo.

Justo 24 horas después de haber sido arrollado por una patrulla, de ser engañado y de recibir las amables burlas y desatenciones de oficiales de policía de SSP-DF, me marché del lugar sintiéndome una cucaracha.

Por: Juan Fdo. Martínez
@Lolobatata






4 comentarios:

  1. ¿El señor Marcelo Ebrard tendrá algo qué decir a todo esto? O mejor aún: ¿hará algo al respescto?

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  2. Yo creo que es tiempo de exigir una legislación que proteja a los ciclistas y hacerla cumplir. Y el patrullero sigue suelto por ahí? Hay que echarle montón a tu caso.

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  3. Creo que lo sucedido es lamentable, en cuanto diversas situaciones, la pimera y la mas importante, la indolencia con la gente de esta ciudad camina día a día; la segunda la falta de justicia que se ve reflejada hasta en un lamentable accidente; la carencia de servicios medicos emergentes en esta ciudad y por ultimo lo preocupante que puede llegar a ser el pensar en un cuerpo de supuesta "seguridad pública" que están para protegernos a los ciudadanos, esto debería merecer una gran llamada de atención para el Lic. Marcelo Ebrard Casaubón @m_ebrard, ya que en 6 meses es la segunda historia de la que tengo conocimiento en donde una patrulla del DF atropella a un ciclista.

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  4. ¿Y si el atropellador hubiera sido un particular y no un policía? ¿Y si el atroppellado hubiera sido un policleto? Si este accidente hubiera ocurrido en, por ejemplo, Ixtlayopa, el policía hubiera sido retenido y lastimado. Por lo menos. un gesto de caballerosidad del secretario de seguridad pública del DF o del jefe de gobierno no estaría de más.

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